De pronto la vida nos pone a prueba en cada una de las circunstancias en las que nos encontramos. O tal vez, debería decir, la vida nos sacude de los lugares en los que nos hemos posicionado derivado de nuestras decisiones y acciones.
Te ha pasado que de pronto todo va bien y de la nada algo se atraviesa para que no siga yendo tan bien. Por lo general, comienzan a llegar pensamientos de pesimismo y de no saber por qué si todo iba tan bien la vida se encarga de “echarlo a perder”. Y qué tal que no es que se ensañe con nosotros, sino que nos encuentra regocijándonos en nuestro hermoso sillón del conformismo y nos avienta un pequeño balde de agua fría para despertar.
No es que la belleza de vida se enfade con nuestro caminar. ¿Te has puesto a pensar que tal vez, sólo tal vez, sean pequeños recordatorios de que estás pavimentando en el lugar incorrecto? Y no porque no sea perfecto en donde estás, sino más bien porque te aferras a esa manera a la que te enseñaron a ganarte la vida. Pero que hay si en lugar de ganártela, la disfrutas. Qué hay si en lugar de un cheque quincenal por nómina, te regocijas en el cofre del tesoro de tu vida. Ese cofre que has tenido abandonado por el “deber ser”.
Que hay si comienzas a vivir desde el coraje de tus ganas de hacer, de sumar, de reír, de soñar porque los sueños son interminables siempre que sigas con vida. Qué pasaría si de pronto cada uno de los seres humanos lográramos borrar esa inercia de trabajar para vivir sino más bien comenzáramos simplemente a vivir y que lo demás llegara por añadidura. Qué tal si comenzáramos el día lleno de alegría y de ese ímpetu de vivir cada día como el primero, el mejor y el último.
Y no porque no haya personas que no lo hagan, sino porque de pronto pienso que la vibración de mi hermosa Pachamama comenzaría a cambiar radicalmente si los seres humanos nos regocijáramos en el placer y deleite que es estar con vida. La vibración se elevaría, muchos males terminarían y comenzaríamos a vernos más como hermanos que como competencia. Si quitáramos la inercia y nos moviéramos por acción de amor incondicional, comenzaríamos a vernos más como cómplices que como enemigos.
La vida en sí misma es el mejor milagro que jamás pudo haber ocurrido. Ni si quiera la tecnología misma, con todo y sus avances, lograría destronar al enorme milagro que vivimos día con día. Solo que a veces, solo a veces, se nos olvida que no venimos a vivir por inercia sino por amor.
Si te pesa como el triple de tu propio peso, suelta
Si te impide ver tu propia luz, suelta
Si te arrincona en tu propia alma, suelta
Si te impide respirar, suelta
Si te oscurece la mirada, suelta
Si no sonríes todo el tiempo, suelta
Si te impide que la felicidad sea un estilo de vida, suelta
Si te resonó, abrígalo en tu corazón.
Te abrazo en luz.
Namasté.
Escrito por
Sugey Salazar
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