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Receso escolar, hijos en casa ¿y ahora qué?

Si estuviésemos en la cotidianidad de la vida, quizás esta fecha sería una de las más esperadas del calendario escolar porque es de los periodos preferidos para salir a vacacionar.

Sin embargo, el día a día que hoy nos toca vivir está siendo diferente. Llevamos ya, los que tenemos hijos escolarizados, dos semanas de convivir con ellos todo el día, todos los días. Pero por si esto no fuera ya un gran cambio, hoy estamos en periodo vacacional y la situación se agudiza porque si bien no asistían a la escuela, por lo menos tenían tareas académicas que realizar que ayudaban a balancear las actividades en el día; y apenas estábamos logrando encontrar un cierto equilibrio cuando llegan los días de asueto, sumado al polémico pero inevitable ¡cambio de horario!

Es real que ni el tiempo ni la vida se detienen (aunque así parezca), quizás sólo se ralentizan un poco lo cual parecería incluso necesario, al menos para nuestros hijos quienes son partícipes involuntarios de esta vorágine de interminables actividades contrarreloj que realizamos hoy en día los adultos. De hecho, la naturaleza del niño es al menos en sus primeros años de vida precisamente así: con calma, despacio, sin prisa, pero sin pausa.

Poco sabemos o queremos comprender los adultos de lo imperante que resulta “hacer pausas” en prácticamente todas las actividades cotidianas; incluso se ha implementado en el sistema actual educativo un modelo que incluye las llamadas “pausas activas” que pretenden (vanamente) mejorar la atención y rendimiento de los estudiantes.

¿Y entonces pausas sí o no?

En realidad, no debería hablarse de pausas propiamente, sino de regulación armónica de actividades que permitan llevar una modulación equilibrada en la ejecución de las mismas. Esto aplica tanto para chicos como para grandes, sin embargo, los beneficios son más notorios en los niños.

Esta modulación obedece en gran parte a los ritmos circadianos, que no son más que los ritmos propios de la naturaleza, por ejemplo: dormir de noche y estar despierto de día; las estaciones del año, etcétera. Estos ritmos permiten mantener un delicado equilibrio entre los cambios naturales.

Y es que los seres humanos somos dinámicos por naturaleza, pero tenemos un reloj biológico que nos marca la pauta para muchas actividades, tanto en el día a día como en general, a lo largo de la vida; por lo que al escuchar, respetar y mantener estos ritmos podemos mantener un sano equilibrio en las emociones, acciones y pensamientos. Se trata de llevar una secuencia intercalada entre acciones que impliquen actividad física (mover el cuerpo) y acciones que impliquen cierta calma o pasividad (dejar de mover tanto el cuerpo). En las primeras podemos descargar energía, desahogar tensiones, emociones, son momentos de expansión, de interacción con los demás, de juegos, risas, de compartir; hay contacto, intercambio de mensajes.

Mientras que en las otras se trata más bien de disminuir la actividad física; son momentos de calma, de quietud, momentos de fijar la atención en algo especìfico, de concentración, de contracción, sirven también para reunir energía nuevamente; son momentos de tranquilidad, de relajación.

Así pues, cuando reconocemos y respetamos estos ritmos en los niños, logramos que su estado anímico y nivel de energía se mantenga en un equilibrio cíclico que les permite mantenerse contenidos tanto en emociones como en sus acciones; incluso es una valiosa herramienta para la autorregulación.

Por eso te propongo que ahora que vivimos estos tiempos de cuarentena, de estar en casa y de convivencia constante unos con otros; programes para tus hijos actividades que les permitan ir y venir entre estos momentos de acción y relajación. Verás cómo la energía en casa cambia, se regula, los pequeños (y no tan pequeños) no se sentirán desbordados en sus emociones, o estancados en algunas (como la euforia, el enojo, la alegría; te ha pasado que regresan tarde de alguna fiesta y vienen tan llenos de energía que es casi imposible hacer que duerman… es porque han pasado demasiado tiempo en una actividad sin respetar los ritmos, toca entonces cambiar el ritmo a algo más relajado, ir bajando la intensidad y permitir la calma).

Otro beneficio que podrás notar es que disminuirán los pleitos en casa y será más fácil que acaten las indicaciones como cuando es hora de ir a la cama. Incluso si los adultos adoptamos estos ritmos en nuestra vida diaria, lograremos liberarnos en gran medida del estrés, del enojo, de la irritabilidad y podremos estar más disponibles para nuestros hijos.

Anímate a probar. Cuando lo hagas, ten presente que entre más corta la edad de tu hijo es menor el periodo de atención o disposición para realizar una actividad; igualmente procura involucrarte con tu hijo en por lo menos una de las actividades o juegos. Como ejemplo: luego de jugar a la pelota prueba ponerse a colorear un mandala, y luego de esto prueba jugar al avioncito. Te propongo juegos pero puede ser incluso algún quehacer de la casa como ordenar juguetes.

Escrito por:

Lic. Olga Cruz

Facilitadora en “Método Paternidad Efectiva”.

Coméntanos que te parecieron estos consejos, si te fueron de utilidad y comparte este artículo para que más personas sepan como actuar esta cuarentena. ¡Hasta luego!

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